Un leve toque de infidelidad por Toni Pont

Por fin nos encontrábamos a solas. Había acudido a mi llamada al momento y no pude evitar contemplarla intentando retener el más leve de sus detalles, para poder rememorarlos en las confidencias que, sin duda, haría solo a los más íntimos rogándoles el más estricto de los secretos, y que estos se encargarían, también sin duda, de extender.

No debía preocuparme por una interrupción inesperada pues mi esposa se encontraba, desde ayer, con la niña en casa de sus padres. Yo había conseguido retrasar mi viaje hasta el martes, pretextando ciertos “trabajos urgentes”, y no había mentido. ¿Acaso no era urgente esa belleza, esa preciosidad?

Ya mi mano se extendía cual tentáculo cuando recordé …

Recordé, con cierto sentimiento de culpabilidad y pecado, los años de vida en convivencia. Recordé la combustión química de nuestro primer encuentro, como presagio de que jamás podría separarme de ella. Recordé las amistades que habíamos hecho en nuestros viajes, y los momentos de plenitud, junto con otros de infidelidad que permitían saborear los primeros en su justa medida.

En ese momento el deseo se había apagado en mí y tan solo añoraba volver a la rutina, tan monótona pero tan agradable.

Con expresión decidida le dije:

  • “Lo siento preciosa, no puede ser”

Borré la base de damas que había estado a punto de iniciar en mi ordenador, y recogí la familiar máquina de ajedrez portatil.

Corto publicado originalmente en la revista Papers d´Escacs correspondiente al mes de noviembre de 1996.

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